Acaba mi primera semana viviendo al otro lado del mundo. Sigue siendo todo tan irreal, tan mágico y tan extraño... Amo viajar, amo conocer, aprender, vivir, amo todo lo que estoy haciendo, siento que cada día que paso aquí aprendo algo nuevo, estoy aprovechando al máximo esta experiencia y la exprimo todo lo que puedo y más. La gente, los lugares, los olores, colores y sabores, también los sonidos... Todo aquí es mágico.
Los 3 grados de mínima y 11 de máxima no van a hacer que nos quedemos en casa, que tampoco está nada mal. Vamos a comernos el mundo, o por lo menos el otro lado de él, para que cuando vuelva a mi lado ya solo tenga que chuparme los dedos. La experiencia y la madurez vienen pegando fuerte a una niña que hace una semana no sabía coser un botón. La aventura continúa.
sábado, 20 de agosto de 2011
miércoles, 13 de julio de 2011
martes, 12 de julio de 2011
Hasta el infinito y más allá
Hoy se va una gran parte de mi. Volverá, me lo ha prometido, tiene que cumplir con su palabra. Porque nuestras promesas valen más que cualquier otra, son las promesas de dos personas que llevan juntas toda la vida.
Pienso que intento darle fuerza a la promesa por miedo al no retorno, a esos días de alegría plena, llenos de risas, complicidad, amor. Amor... Durante cinco meses aprenderé que se sufre también por amor a una amistad grande. Entonces, pensando esto, me entra el miedo, no quiero sufrir... Y cuando llego a este punto paro y cambio. Es como si mi cabeza le dijera al corazón, "¿quieres dejar de ser dramático? Van a ser cinco meses estupendos, van a ser pura aventura, lo que siempre habéis querido ambas, esta experiencia os va a hacer vivir". Lo sé, pero hay tantísimas cosas que echaré de menos... Esas risas por tonterías como las de ayer, por ejemplo, ¿con quién las voy a tener mejor que con mis dos alfas? ó ¿quién va a entender mis exageraciones descomunales mejor que ellas?
Nos vemos poco, pero cuando nos vemos siempre son encuentros memorables. Ayer me quedé parada de camino a mi casa, a punto de volver a la de mi vida que se va, pero con toda la impotencia del mundo me fui: hoy hay que hacer cosas, cosas importantes, y debía levantarme muy temprano. Seguí andando y pensando en todas aquellas noches que recuerdo en su casa, o ella en la mía, no voy a olvidarlas nunca. Por eso tengo miedo del no retorno, tiene que volver, tenemos que volver a dormir juntas, como antes, como siempre. Tenemos que volver a ser una. Así que vuelve, y no me hagas ir a por ti.
Pienso que intento darle fuerza a la promesa por miedo al no retorno, a esos días de alegría plena, llenos de risas, complicidad, amor. Amor... Durante cinco meses aprenderé que se sufre también por amor a una amistad grande. Entonces, pensando esto, me entra el miedo, no quiero sufrir... Y cuando llego a este punto paro y cambio. Es como si mi cabeza le dijera al corazón, "¿quieres dejar de ser dramático? Van a ser cinco meses estupendos, van a ser pura aventura, lo que siempre habéis querido ambas, esta experiencia os va a hacer vivir". Lo sé, pero hay tantísimas cosas que echaré de menos... Esas risas por tonterías como las de ayer, por ejemplo, ¿con quién las voy a tener mejor que con mis dos alfas? ó ¿quién va a entender mis exageraciones descomunales mejor que ellas?
Nos vemos poco, pero cuando nos vemos siempre son encuentros memorables. Ayer me quedé parada de camino a mi casa, a punto de volver a la de mi vida que se va, pero con toda la impotencia del mundo me fui: hoy hay que hacer cosas, cosas importantes, y debía levantarme muy temprano. Seguí andando y pensando en todas aquellas noches que recuerdo en su casa, o ella en la mía, no voy a olvidarlas nunca. Por eso tengo miedo del no retorno, tiene que volver, tenemos que volver a dormir juntas, como antes, como siempre. Tenemos que volver a ser una. Así que vuelve, y no me hagas ir a por ti.
viernes, 8 de julio de 2011
Las tardes
Le doy un trago más a la botella. Esta vez abro tanto la boca que derramo algunas gotas en mi ropa. Llevo toda la tarde sentada en el mismo sitio, sin moverme ni un ápice, sólo cambiando el cruce de piernas cuando una se cansa de soportar a la otra. Las vistas del puente romano son más bonitas que nunca, o es que nunca me he fijado tanto como hoy. Pienso en traer a esa persona pronto para que comparta este paisaje conmigo, pero rechazo la idea rápidamente: esa persona ya no está, y puede que ya no esté nunca más. Quiero decir, esa persona sigue existiendo para ella misma y para el resto de personas que la rodean, pero no para mí. Hace meses que no la reconozco y hoy una llamada telefónica la ha convertido en completa desconocida. Desde el momento en el que colgó el teléfono he permanecido en estado de shock: el mismo lugar, la misma postura, la mirada fija en un punto, el teléfono emitiendo el sonido de línea cortada en mi mano y oreja derechas. Finalmente decido apartar el aparato de mí y dedicarme únicamente a escudriñar cada detalle del paisaje, examinándolo con detenida atención, centrando toda mi energía en el sentido de la vista y no dejando espacio a nada más. Pero es imposible dejar de pensar cuando tienes vistas a un paisaje. Sólo los primeros 30 segundos, como máximo, los empleas plenamente en él. El resto del tiempo que permanezcas mirándolo será para pensar en aquello que te reconcome, que te molesta, pero que no consigues sacar de ti. Pensar en aquella persona que se fue y que puede que no vuelva nunca más. Y así pasan las tardes de esta semana de verano, conmigo sentada en lo alto de un muro de piedra, mirando a la nada, con un cielo lleno de mini-batman que revolotean sobre las cabezas de los demás.
martes, 5 de julio de 2011
TEST PROUST Y ALGO MÁS
¿Qué idea tiene de la felicidad completa? Amar, escribir, dedicarme a lo que quiero en cada momento, ser amada, compartir.
¿Qué es lo que menos le gusta de usted? Puede que mi inestabilidad y mis reacciones pasionales (no todas son positivas).
¿Qué rasgo deplora más en los demás? La hipocresía. La necesidad de algunas personas de aparentar, de alejarse lo máximo posible de la realidad.
¿Cuál es su mayor extravagancia? Mi personalidad.
¿Con qué figura histórica se identifica mejor? Soy una mezcla de Cleopatra, Mary Wollstonecraft y Gerda Taro.
¿Cuál es su viaje favorito? Londres. Por ahora. Pero podría ser también cualquier viaje sureño con buena compañía.
¿Cuál considera la mayor virtud? La inteligencia y la bondad. Pero si tengo que elegir una, la bondad.
¿Es también la suya? No soy tonta ni soy mala. Pero no tengo esos atributos pulidos del todo. Estoy en ello.
¿Qué detesta de su apariencia? Mi dedo del pie al más puro estilo E.T.E, una preciosidad.
¿Cuál es la persona que más desprecia? Cualquiera que haga daño a otras.
¿Qué palabra o frase usa con más frecuencia? Adorable y querido/a, muy populares últimamente.
¿El mayor amor de su vida? Mi mamá.
¿Cuándo miente? Cuando me acorralan y no veo otra salida posible.
¿Su héroe de ficción favorito? Arwen.
¿Qué considera como su mayor éxito? Mi propia superación.
¿Cuál es su tesoro más querido? Mis diarios.
¿Su ocupación favorita? Leer, escribir, hacer el amor, la música, el cine.
¿Cualidad que prefiere en un hombre? El sentido del humor y la inteligencia.
¿Cualidad que prefiere en un hombre? El sentido del humor y la inteligencia.
¿Y en una mujer? Lo mismo, además de la complicidad.
¿Los defectos que no soporta de ambos? La prepotencia, la pedantería y la inmadurez.
¿Cuál sería su mayor desgracia? Perder a la gente que quiero, el abandono. La peor de las soledades.
¿Cómo le gustaría ser? Feliz. Más. Siempre.
¿El color que prefiere? El violeta. Antes el amarillo, pero fui generosa y se lo cedí a los mosquitos.
¿Su flor favorita? Tulipán.
¿Un olor que recuerde? El perfume de mi abuelo. No quiero olvidarlo jamás. También el Axe chocolate mezclado con el olor corporal de esa persona...
¿Un pájaro? El Ave Fusil Magnífica. Vaya ejemplar. Los agapornis también tienen lo suyo.
¿Admira algún hecho militar? La Revolución de los Claveles. Y ninguno más.
¿Qué busca en sus amigos? Complicidad, lealtad, sentido del humor.
¿Cuál señalaría como la mayor bajeza? La traición, en especial la traición a uno mismo.
¿Dónde le gustaría vivir? El dónde no es lo importante, lo importante es con quién.
¿Qué talento le hubiera gustado tener? Haber seguido tocando el violín y poner el vello de punta al público al hacer sonar Requiem por un sueño. Ser una domadora del pincel y el lienzo tampoco habría estado mal.
¿Sus escritores preferidos? G.A. Becquer, Franz Kafka, Julio Cortázar, G.G. Márquez, Eduardo Galeano, Paulo Coehlo, Jordi Sierra i Fabra... y miles más que conozco y me quedan por conocer.
¿Músicos, compositores? Bach, Chopin y Verdi de los clásicos. De los actuales no hablo, que no acabo.
¿Pintores, otras bellas artes? Kandinsky, Sorolla, Monet, Van Gogh, Dalí, Frida Cahlo… La escultura de Eros y Psique de Canova es especial.
¿Tiene héroes de carne y hueso? Admiración por mucha gente, sí. Héroes no, ni espero tener.
¿Cómo le gustaría morir? De viejita, la abuelita Sara del pelo azul, habiendo hecho y dicho todo lo que tenía que hacer y decir y con una sonrisa de triunfo: morir realizada, feliz, en paz.
El juego de la reencarnación consiste en elegir la persona que querría ser si pudiera elegir. Volvería a ser yo. Sara 2.0.
¿Bajo que bandera batallaría? La del pueblo. En las batallas contra los poderosos, el pueblo ha demostrado llevar siempre la razón. Siempre.
¿Qué don de la naturaleza desearía tener? Es una pregunta que nadie nunca me ha hecho pero que me he cuestionado yo muchas veces. Sin duda sería poder volar. Hubo un tiempo en que no paraba de soñar con lo mismo, que volaba, era tan real...
Dígame sus nombres favoritos. Erika, África, Eva, Lara. Lucas, David, Carlos, Hugo.
¿Cuál es su lema? Hasta los planetas chocan, y del caos nacen las estrellas.
¿Su mayor aversión? La soledad no buscada.
¿De qué se arrepiente? De aplazar constantemente los abrazos y las conversaciones que le debo a algunas personas.
¿Tiene alguna pasión? Estoy sujeta terriblemente a las pasiones. Soy muy primitiva.
¿Estado actual de su espíritu? Melancólico y algo perdido. Intenta encontrarse en medio del caos. Busca su lugar.
¿Qué se pregunta usted?
¿Seré feliz?
¿Seré feliz?
sábado, 4 de junio de 2011
Me gustas, oscuridad
Una tarde más en el paraíso, que seguramente se volverá a alargar hasta media noche. Aquí el tiempo se escapa entre los dedos, nada es cronológico ni temporal, todo es eterno y podemos alargarlo tanto como queramos. Poder adentrarme en este mundo es mi deseo de todos los días, me levanto con ese pensamiento, lo pienso hasta la tarde y espero ansiosa a que llegue. Tras media noche, vuelvo a la cama pensando en que mañana se volverá a repetir. Y así.
Un deseo que se convierte en rutina, imagínate. Una rutina que se desea es algo que, además de haberse hecho a tu cuerpo y a tu vida, quieres que siga siendo así. No quieres cambiarlo, estás perdido si lo cambias, ¿cómo vivir sin ese paraíso rutinario? ¿Acaso hay vida más allá de esto?
Fuera de mi paraíso, todo es cronológico, temporal. Tú y yo lo somos. No hay eternidad. Lo he decidido, he de volver a ser. Esta será nuestra última tarde paradisiaca, vuelvo a la realidad. No te preocupes por ti, tú ya vives en ella. Y tampoco por mi, he salido de cosas peores. Aprovecharé la oscuridad de este paraíso de persianas echadas para despedirme de él con lágrimas invisibles, sabiendo que me esperan meses duros, pero futuros reales.
lunes, 30 de mayo de 2011
Sal con una chica que no lee
(Por Charles Warnke)
Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.
Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.
Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.
Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.
Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.
miércoles, 18 de mayo de 2011
Manipuladora manipulada
Por desgracia, en el mundo en que vivimos cualquiera puede ser víctima de manipulación. Cualquiera. Incluso yo. Incluso la manipuladora. Hace poco descubriste cual es mi punto débil, mi talón de Aquiles. La soledad. No me importa que lo sepa todo el mundo, otros muchos ya lo han descubierto y también han intentado meter el dedo en la llaga, pero nadie ha conseguido hacerme daño con esto como me lo haces tú.
Existe la soledad de la edad, de los atortugados ancianos en la calle haciéndose un hueco a paso lento entre las masas de jóvenes que se mueven de un lado a otro sin mirar a nada ni a nadie, sin apreciar su camino, centrados solo en llegar a su destino, sin un minuto que perder.
O la soledad del mendigo, persona sin nombre, pasado, sin futuro. Con un presente que se resume en cartones de vino y cartones de abrigo. Persona sin familia ni amigos, aunque los más suertudos tienen perro, un perro al que ni si quiera pueden alimentar y que se está muriendo de hambre y pena a la vez que el dueño. Ahora que lo pienso no sé si suertudo era la palabra.
Desgraciadamente estas no son las únicas formas en las que la soledad se manifiesta. También está la soledad de uno mismo. Aquella que te mata sin tú quererlo, que te va comiendo por dentro, consumiéndote hasta dejarte vacío. Esta no se produce porque estés solo, sino porque te sientes así.
Hace meses que dejé de ser la manipuladora para ser, no por mucho tiempo, la manipulada. Karma, mi propia medicina, empatía pura, llámalo como quieras. Pero yo ya he dejado de ser la manipuladora. Y me alegro por ello y lo siento por ti.
Existe la soledad de la edad, de los atortugados ancianos en la calle haciéndose un hueco a paso lento entre las masas de jóvenes que se mueven de un lado a otro sin mirar a nada ni a nadie, sin apreciar su camino, centrados solo en llegar a su destino, sin un minuto que perder.
O la soledad del mendigo, persona sin nombre, pasado, sin futuro. Con un presente que se resume en cartones de vino y cartones de abrigo. Persona sin familia ni amigos, aunque los más suertudos tienen perro, un perro al que ni si quiera pueden alimentar y que se está muriendo de hambre y pena a la vez que el dueño. Ahora que lo pienso no sé si suertudo era la palabra.
Desgraciadamente estas no son las únicas formas en las que la soledad se manifiesta. También está la soledad de uno mismo. Aquella que te mata sin tú quererlo, que te va comiendo por dentro, consumiéndote hasta dejarte vacío. Esta no se produce porque estés solo, sino porque te sientes así.
Hace meses que dejé de ser la manipuladora para ser, no por mucho tiempo, la manipulada. Karma, mi propia medicina, empatía pura, llámalo como quieras. Pero yo ya he dejado de ser la manipuladora. Y me alegro por ello y lo siento por ti.
domingo, 1 de mayo de 2011
Mariposas non gratas
El polvo de Cola Cao que cae fuera del vaso. La cerilla apagada. El árbol torcido. El piso vacío. La colilla pisada. El quinto pino. El matojo rodante del oeste. La canción que no pinta nada. El palillo de dientes. El pelo en la sopa. El yogur caducado. El césped seco, amarillo. La flor marchita. Los 72 minutos de Megavideo. La muerte agonizante. La sílaba átona. Tragar agua del mar. El vuelo cancelado. La película mala. El calcetín sin par. La llamada en espera. Las mariposas en el estómago que nunca, nunca se debieron sentir...
viernes, 8 de abril de 2011
Soy.
Estoy hecha para gustar.
Y estoy hecha para ser odiada.
Estoy hecha para intimidar,
pero también para no ser respetada.
Y no hay nada que hacerle.
Lo soy todo,
yo soy nada.
Mis tacones son demasiado bajos,
mi cuerpo demasiado erguido,
mis pechos inocentes,
mis orejas puntiagudas.
No me gustan mis pies,
ni mi futuro,
pero me encantan mis manos.
Y mi voz.
Y estoy hecha para ser odiada.
Estoy hecha para intimidar,
pero también para no ser respetada.
Y no hay nada que hacerle.
Lo soy todo,
yo soy nada.
Mis tacones son demasiado bajos,
mi cuerpo demasiado erguido,
mis pechos inocentes,
mis orejas puntiagudas.
No me gustan mis pies,
ni mi futuro,
pero me encantan mis manos.
Y mi voz.
Tiempo al tiempo
Decía Borges que el tiempo es la materia de la que hemos sido creados. Somos tiempo, y no nos damos cuenta. Somos tiempo y no lo podemos separar de nosotros. Cuando decimos que no tenemos tiempo estamos diciendo que no existimos. Somos esclavos. Todo lo que somos depende de unas simples manecillas de reloj.
Decía Borges que el tiempo es la materia de la que hemos sido creados. Y dependiendo de mi estado de ánimo yo lo interpreto. Según día puede ser como dije arriba, o puede ser que el tiempo es relativo, que no podemos guiarnos por un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo, que somos unos estructuradores de vida obsesivos y realmente de lo que no nos damos cuenta es que la vida es discontinua. No hay horarios ni equilibrio, ni nada definido de antemano. La vida no para ni corre. Simplemente fluye.
Decía Borges que el tiempo es la materia de la que hemos sido creados...
Decía Borges que el tiempo es la materia de la que hemos sido creados. Y dependiendo de mi estado de ánimo yo lo interpreto. Según día puede ser como dije arriba, o puede ser que el tiempo es relativo, que no podemos guiarnos por un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo, que somos unos estructuradores de vida obsesivos y realmente de lo que no nos damos cuenta es que la vida es discontinua. No hay horarios ni equilibrio, ni nada definido de antemano. La vida no para ni corre. Simplemente fluye.
Decía Borges que el tiempo es la materia de la que hemos sido creados...
martes, 22 de marzo de 2011
Con la muerte en casa
Tengo a la muerte en mi casa. Teniendo en cuenta que tengo dos casas y contando con que paso más tiempo en la casa donde está la muerte, por esta regla de tres el resultado es que me encuentro un 75% muerta.
La muerte y yo no nos llevamos mal, la verdad. Mucho más cariño le tengo que a dios, el omnipotente prepotente ese que un día decidió dejar de existir de ahora en adelante y de ahora hacia atrás porque sí. Y así no se puede ir por la vida, oiga.
Sin embargo la muerte y yo, que nos llevamos tan bien, en nuestros ratos libres jugamos al pocker, al ajedrez, al bingo... Lo que surja. Es malísimo, siempre gano. Y eso que antes la muerte me tuvo que enseñar las reglas del juego. Me explicó que no me preocupara, que eran fáciles, y que es algo que se aprende con la edad o en los garitos esos llenos de gente que no le tiene aprecio ya a la vida.
- Incluso a veces, -me dijo- de un golpe, lo aprendes.
La muerte y yo no nos llevamos mal, la verdad. Mucho más cariño le tengo que a dios, el omnipotente prepotente ese que un día decidió dejar de existir de ahora en adelante y de ahora hacia atrás porque sí. Y así no se puede ir por la vida, oiga.
Sin embargo la muerte y yo, que nos llevamos tan bien, en nuestros ratos libres jugamos al pocker, al ajedrez, al bingo... Lo que surja. Es malísimo, siempre gano. Y eso que antes la muerte me tuvo que enseñar las reglas del juego. Me explicó que no me preocupara, que eran fáciles, y que es algo que se aprende con la edad o en los garitos esos llenos de gente que no le tiene aprecio ya a la vida.
- Incluso a veces, -me dijo- de un golpe, lo aprendes.
viernes, 18 de marzo de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
Ay, mi niño de pelos de otoño. No quiero ser libre y al mismo tiempo prisionera. No quiero ser la que escribe sobre su vida, quiero vivirla. No quiero que me quieras, porque te odiaré. No quiero que me odies, porque te querré. Quiero que me entiendas, pero no espero que lo hagas.
Ay, mi caballerosamente desnudo. Extirpar tus labios, tu lengua, tu cuello. Extirpar ideas, pensamientos, recuerdos. Tu conciencia y tus algos.Y yo vuelo, olvido, abrazo y vuelvo a ti. Quito las pilas del despertador y desayunamos a las siete de la tarde, nos duchamos a las nueve, juntos, y volvemos al amor del cuarto de los elefantes a las doce, porque antes almorzamos.
Ay, con tu sentir de tormenta. Amor que con el casco puesto me dices amor. Y que con tus ojos de llanto me pides una tregua.
Ay, mi caballerosamente desnudo. Extirpar tus labios, tu lengua, tu cuello. Extirpar ideas, pensamientos, recuerdos. Tu conciencia y tus algos.Y yo vuelo, olvido, abrazo y vuelvo a ti. Quito las pilas del despertador y desayunamos a las siete de la tarde, nos duchamos a las nueve, juntos, y volvemos al amor del cuarto de los elefantes a las doce, porque antes almorzamos.
Ay, con tu sentir de tormenta. Amor que con el casco puesto me dices amor. Y que con tus ojos de llanto me pides una tregua.
domingo, 27 de febrero de 2011
Enanitos verdes puñeteros
Los enanitos verdes puñeteros son esos seres que, a la vista humana, no son (todos) enanitos, verdes ni puñeteros. Son tus amigos, que a veces les gusta disfrazarse de enanitos verdes puñeteros. No es un disfraz apreciable a simple vista, pero ahí está. En todo su esplendor.
La característica principal que define la personalidad de los enanitos verdes puñeteros es su gran afán por provocar tristeza, dolor o, simplemente, eliminar toda buena intención de hacer algo. Expertos en la materia, los enanitos verdes puñeteros saben que, a través de la palabra, el dolor se hace tangible. Estos enanitos pueden llegar a convertirse en criaturas oscuras si su nivel de experiencia es elevado.
Si uno de estos pequeños enanitos enferma, el resto de los enanitos enferman también. Y esto provoca el caos, la guerra, la crueldad... Lo más injusto. A veces, situaciones más drásticas provocan bajas. Hay enanitos que caen en el camino, otros sobreviven y consiguen volver a convertirse en humanos para seguir con su vida anterior. Lo normal es que ocurra lo segundo, pasado uno o dos días de la dramática fiesta de disfraces. Pero a veces hay enanitos flojos que no consiguen sobrevivir, y con ello, amistades que fallecen.
Mis enanitos verdes puñeteros ya han empezado la guerra. Pero rezaré para que no tenga que empezar el funeral.
La característica principal que define la personalidad de los enanitos verdes puñeteros es su gran afán por provocar tristeza, dolor o, simplemente, eliminar toda buena intención de hacer algo. Expertos en la materia, los enanitos verdes puñeteros saben que, a través de la palabra, el dolor se hace tangible. Estos enanitos pueden llegar a convertirse en criaturas oscuras si su nivel de experiencia es elevado.
Si uno de estos pequeños enanitos enferma, el resto de los enanitos enferman también. Y esto provoca el caos, la guerra, la crueldad... Lo más injusto. A veces, situaciones más drásticas provocan bajas. Hay enanitos que caen en el camino, otros sobreviven y consiguen volver a convertirse en humanos para seguir con su vida anterior. Lo normal es que ocurra lo segundo, pasado uno o dos días de la dramática fiesta de disfraces. Pero a veces hay enanitos flojos que no consiguen sobrevivir, y con ello, amistades que fallecen.
Mis enanitos verdes puñeteros ya han empezado la guerra. Pero rezaré para que no tenga que empezar el funeral.
sábado, 26 de febrero de 2011
Lux
Acaba otro día de rutina alternativa. He intentado mantenerme ocupada todo el día, y lo he logrado. Ningún pensamiento no deseado ha abrumado mi cabeza. Agotada y feliz por mi triunfo, me acuesto en la cama, apago la luz de la seta naranja que alumbra mi mesita y cierro los ojos. Comienzo a ver.
Lo que en un principio era nada se convierte en manchas, luego en formas, en colores... Luego en historia.
Una fuente de luz muy fuerte viene hacia mí, ahora todo es visible. Estás tú, y a lo lejos aparezco yo. Lo recuerdo sin esfuerzo. Dos figuras hiladas nos representan. Juegan a ser humanas. Se enlazan y bailan juntas, se resbalan, deshacen y vuelven a hacerse juntas. Viven.
Pero una tira de la otra fuera de mi campo de visión, de forma muy enérgica. Mientras la otra intenta resistirse suavemente, zarandeándose de la manera más dulce jamás imaginada. Me quieres llevar, pero me resisto. Entonces me desenredas, y te separas de mí. Se hunde un dolor punzante en mi costado.
No sé que acabó sucediendo, sólo sé que al despertar sentí dentro dardos. Y nada más.
Lo que en un principio era nada se convierte en manchas, luego en formas, en colores... Luego en historia.
Una fuente de luz muy fuerte viene hacia mí, ahora todo es visible. Estás tú, y a lo lejos aparezco yo. Lo recuerdo sin esfuerzo. Dos figuras hiladas nos representan. Juegan a ser humanas. Se enlazan y bailan juntas, se resbalan, deshacen y vuelven a hacerse juntas. Viven.
Pero una tira de la otra fuera de mi campo de visión, de forma muy enérgica. Mientras la otra intenta resistirse suavemente, zarandeándose de la manera más dulce jamás imaginada. Me quieres llevar, pero me resisto. Entonces me desenredas, y te separas de mí. Se hunde un dolor punzante en mi costado.
No sé que acabó sucediendo, sólo sé que al despertar sentí dentro dardos. Y nada más.
sábado, 5 de febrero de 2011
A medias.
No prometas. Ni jures. No me hables de fantasías, de sueños, de tus planes futuros conmigo. No me hables de esa caravana que acumula viajes, ni de esa playa perfecta, ni de su puesta de sol. Hablar de eso sería un error. Porque todo eso es mentira.
Mitad niña, mitad mujer. Cojo lo peor de cada una. Una niña inocente, confiada. El mundo es bello, la vida es bella, y las personas también. Nadie va a hacerme daño, ¿por qué iba a hacerlo? Prométeme el cielo y lo esperaré. Esperaré días, meses, incluso podría esperar años, pero mi paciencia tiene un límite, y ahí aparece la mujer.
No soy la niña a la que prometes y al día siguiente olvida. Soy la mujer a la que, después de haber mantenido tanto tiempo como niña ilusionada, destruyes la esperanza. Y eso duele. Y no se olvida. Y es en este momento cuando echo de menos la fase de niña ingenua. O cuando deseo ser una mujer de coraza con los pies en la tierra.
Maldita madurez a medias.
Mitad niña, mitad mujer. Cojo lo peor de cada una. Una niña inocente, confiada. El mundo es bello, la vida es bella, y las personas también. Nadie va a hacerme daño, ¿por qué iba a hacerlo? Prométeme el cielo y lo esperaré. Esperaré días, meses, incluso podría esperar años, pero mi paciencia tiene un límite, y ahí aparece la mujer.
No soy la niña a la que prometes y al día siguiente olvida. Soy la mujer a la que, después de haber mantenido tanto tiempo como niña ilusionada, destruyes la esperanza. Y eso duele. Y no se olvida. Y es en este momento cuando echo de menos la fase de niña ingenua. O cuando deseo ser una mujer de coraza con los pies en la tierra.
Maldita madurez a medias.
miércoles, 2 de febrero de 2011
No es por ti, es por mi.
Muertísima de sueño un miercoles a las doce de la noche después de un día horrible entre apuntes, ordenadores y bolígrafos que derraman tinta en tu boca porque sí. De cañas de chocolate a las dos de la tarde y de lentejas a las seis. De medicamentos para la garganta que se creen somníferos y de chocolatinas que en lugar de animarte te hunden, bajo el suelo, llevándote muy hondo, profundísimo.
Pensaréis, como yo también pienso, que por qué sigo aquí, contando pegoletes (amo esa palabra) en lugar de estar en la cama cerrando los ojos muy muy fuerte y deseando con toda el alma que este día acabe ya.
No es una entrada triunfal, de esas que escribes y, una vez acabadas, dibujas una sonrisa, exterior o interior, creyendo que has hecho algo reconfortante que gusta a los demás. Esta es una entrada que no os va a hacer quedar agusto a vosotros. No la he hecho por vosotros. La he hecho por mi. Sólo he pasado por aqui para soltar una cosita que tengo en mente que me va a hacer sentir mejor. Y es que sé que, cuando todo esto acabe, y a todo me refiero a exámenes, becas, agobios y caos, las cosas van a cambiar. Van a cambiar aquí. Van a cambiar en mi. Y van a cambiar mucho.
Pensaréis, como yo también pienso, que por qué sigo aquí, contando pegoletes (amo esa palabra) en lugar de estar en la cama cerrando los ojos muy muy fuerte y deseando con toda el alma que este día acabe ya.
No es una entrada triunfal, de esas que escribes y, una vez acabadas, dibujas una sonrisa, exterior o interior, creyendo que has hecho algo reconfortante que gusta a los demás. Esta es una entrada que no os va a hacer quedar agusto a vosotros. No la he hecho por vosotros. La he hecho por mi. Sólo he pasado por aqui para soltar una cosita que tengo en mente que me va a hacer sentir mejor. Y es que sé que, cuando todo esto acabe, y a todo me refiero a exámenes, becas, agobios y caos, las cosas van a cambiar. Van a cambiar aquí. Van a cambiar en mi. Y van a cambiar mucho.
miércoles, 5 de enero de 2011
Anoche
No vivo desde el día 2 de enero. Mi cuerpo no responde bien. No sé ni sabré lo que me pasa, porque no pienso pisar el médico salvo que sea estrictamente necesario, malas experiencias con ellos.
No duermo desde el día 2 de enero. Mi cuerpo no responde bien, ni al día ni a la noche. Despierto en mitad de la oscuridad, sobresaltada, sudando, con la mirada ida. No puedo volver a dormir. Bajo las escaleras, abro el primer cajón de la cómoda y agarro la caja de ibuprofeno con fuerza, como si ya con ese gesto se lograran eliminar todas estas horribles sensaciones. Tomo uno, con la mano temblorosa agarro el vaso y bebo el agua. Un hilo de líquido cae por la comisura de mis labios. Me seco con la mano y me dirijo a las escaleras.
Antes de subir, me paro en seco frente al espejo del primer escalón. Antes de mirar mi rostro, paso una ligera mirada por el cuerpo, todo en orden, salvo un leve temblor en las manos, especialmente en la mano derecha que usé para coger el vaso. Sigo subiendo, parpadeo justo en el momento en el que mis ojos se dirigían a ver su propio reflejo, y me detengo en mi cabeza, en mi pelo. Recuerdo que, antes de acostarme, él me dijo que tenía un pelo bonito, esbozo una leve sonrisa y pienso cómo cambiaría de opinión si me viese ahora. Cojo una goma del pelo que tengo preparada siempre en la muñeca. Cierro los ojos y paso mis manos por toda la frente, limpiándola, echando hacia atrás cada pelo pegado a mi piel por culpa del sudor de mi fiebre. Sin abrir los ojos, uno todo el pelo en una cola y lo ato. Ahora si me siento preparada para mirarme, para ver cualquier cosa inesperada, cualquier señal de inestabilidad. Con los ojos cerrados, suspiro, dirijo la mirada al frente, y los abro.
Ahí estoy, irreconocible. Como si, en tan solo unas horas, una vida entera hubiera pasado ante mi, sin haber tenido un atisbo de ella. No era la cara que se tiente tras una fiesta, era algo totalmente distinto, aterrador, oscuro. Cuando creía que nada había más siniestro que el crujido que hacía tres días provocaba mi ritmo al respirar... Me vi.
No duermo desde el día 2 de enero. Mi cuerpo no responde bien, ni al día ni a la noche. Despierto en mitad de la oscuridad, sobresaltada, sudando, con la mirada ida. No puedo volver a dormir. Bajo las escaleras, abro el primer cajón de la cómoda y agarro la caja de ibuprofeno con fuerza, como si ya con ese gesto se lograran eliminar todas estas horribles sensaciones. Tomo uno, con la mano temblorosa agarro el vaso y bebo el agua. Un hilo de líquido cae por la comisura de mis labios. Me seco con la mano y me dirijo a las escaleras.
Antes de subir, me paro en seco frente al espejo del primer escalón. Antes de mirar mi rostro, paso una ligera mirada por el cuerpo, todo en orden, salvo un leve temblor en las manos, especialmente en la mano derecha que usé para coger el vaso. Sigo subiendo, parpadeo justo en el momento en el que mis ojos se dirigían a ver su propio reflejo, y me detengo en mi cabeza, en mi pelo. Recuerdo que, antes de acostarme, él me dijo que tenía un pelo bonito, esbozo una leve sonrisa y pienso cómo cambiaría de opinión si me viese ahora. Cojo una goma del pelo que tengo preparada siempre en la muñeca. Cierro los ojos y paso mis manos por toda la frente, limpiándola, echando hacia atrás cada pelo pegado a mi piel por culpa del sudor de mi fiebre. Sin abrir los ojos, uno todo el pelo en una cola y lo ato. Ahora si me siento preparada para mirarme, para ver cualquier cosa inesperada, cualquier señal de inestabilidad. Con los ojos cerrados, suspiro, dirijo la mirada al frente, y los abro.
Ahí estoy, irreconocible. Como si, en tan solo unas horas, una vida entera hubiera pasado ante mi, sin haber tenido un atisbo de ella. No era la cara que se tiente tras una fiesta, era algo totalmente distinto, aterrador, oscuro. Cuando creía que nada había más siniestro que el crujido que hacía tres días provocaba mi ritmo al respirar... Me vi.
lunes, 3 de enero de 2011
Momentos
A veces estamos en el mismo sitio, justo a la misma hora. Casi puedo oir su voz, casi puedo tocarla. Quiero creer que sabe que estoy ahí, a tan sólo tres metros de él, mirándolo, sintiéndolo. Ese es el único consuelo que me queda. Esos momentos con él.
Pero pasan las horas, el día acaba, aunque no quiera que acabe. No puedo hacer nada, es todo lo que tengo... Momentos.
Pero pasan las horas, el día acaba, aunque no quiera que acabe. No puedo hacer nada, es todo lo que tengo... Momentos.
domingo, 2 de enero de 2011
Pide que pide, come que come
Si me dejaran elegir, no existiría la Navidad. Sólo serían unas vacaciones más, dos semanas de descanso para empezar el año con más fuerza. Si me dejaran, cerraría todos los centros comerciales, y en estas dos semanas nadie podría comprar comida, ni regalos, ni un centenar de cosas estúpidas.
Alucinando me quedé en mi última clase de italiano en la facultad, cuando al preguntar la profesora que era lo que nos gustaba de la Navidad la mayoría respondió "ver a la familia" (a la que parece que no tienen tiempo de ver en todo el año) y "los regalos". Estamos hablando de personas universitarias, de mas de 18 años, que disfrutan de la navidad por los regalos. Hoy no me apetece ponerme poética ni me apetece contar cuentos, hoy cuento directamente la verdad.
Atraco a mano armada (con el ticket de compra) en tiendas y jugueterías. 'Toys 'R' Us' devuelve los juguetes defectuosos o recién comprados por tickets regalo, sin posibilidad de que te devuelvan el dinero. Las uvas encarecen de manera bestial y, encima, aparecen los casos de "en lata, pequeñas y sin pepitas para mi niño, aunque me cuesten el triple que las normales". Lo último en vestidos y tacones para ser lo más a cualquier precio. Catálogos de juguetes con casillas de "me lo pido" por todas partes, cartas para los reyes con líneas infinitas, ¡increíble, si te pides el catálogo entero te sobra espacio! Comidas para veinte personas que son consumidas por seis, horas tiradas en la cocina para después tirar comida que sobra. Cólicos y lavados de estómago mientras la otra mitad del planeta se muere de hambre. ¡Que se muere coño!
Pide que pide y come que come, tú, tú y solo tú. Gente loca, neurótica, hasta arriba de paquetes, corriendo de aquí para allá como enfermos, orgullosos de su estrés.
Que pasen una feliz y humilde Navidad, si son capaces. Tarea difícil.
Alucinando me quedé en mi última clase de italiano en la facultad, cuando al preguntar la profesora que era lo que nos gustaba de la Navidad la mayoría respondió "ver a la familia" (a la que parece que no tienen tiempo de ver en todo el año) y "los regalos". Estamos hablando de personas universitarias, de mas de 18 años, que disfrutan de la navidad por los regalos. Hoy no me apetece ponerme poética ni me apetece contar cuentos, hoy cuento directamente la verdad.
Atraco a mano armada (con el ticket de compra) en tiendas y jugueterías. 'Toys 'R' Us' devuelve los juguetes defectuosos o recién comprados por tickets regalo, sin posibilidad de que te devuelvan el dinero. Las uvas encarecen de manera bestial y, encima, aparecen los casos de "en lata, pequeñas y sin pepitas para mi niño, aunque me cuesten el triple que las normales". Lo último en vestidos y tacones para ser lo más a cualquier precio. Catálogos de juguetes con casillas de "me lo pido" por todas partes, cartas para los reyes con líneas infinitas, ¡increíble, si te pides el catálogo entero te sobra espacio! Comidas para veinte personas que son consumidas por seis, horas tiradas en la cocina para después tirar comida que sobra. Cólicos y lavados de estómago mientras la otra mitad del planeta se muere de hambre. ¡Que se muere coño!
Pide que pide y come que come, tú, tú y solo tú. Gente loca, neurótica, hasta arriba de paquetes, corriendo de aquí para allá como enfermos, orgullosos de su estrés.
Que pasen una feliz y humilde Navidad, si son capaces. Tarea difícil.
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