jueves, 22 de agosto de 2013

Lo cotidiano

Por qué me dices eso, Porque lo pienso, Mentiroso, no lo piensas, estás siendo cruel a propósito, Por qué razón iba a decir algo que no pienso; además, eso no se puede hacer, Cómo que no, en la vida se es muchas veces imprudente y se dicen cosas sin pensar, mientras otras se piensan y no se dicen, Pero, mi vida, tú no sabes que para expresar algo a través de la voz, el ser humano debe procesar previamente las palabras en su cerebro, y es entonces y sólo entonces cuando lo anuncia. Es por estas ideas que tienes por las que, a veces, debo pensar en ser cruel contigo, elaborar palabras dolientes para hacerte ver, oír y sentir la realidad, y salgas así de la ignorancia del que piensa que el ser humano es bueno por naturaleza y que sus errores son producto de su inocencia e 'in-voluntad'.
Entonces quédate conmigo, que me siento flotando, como si no tuviese la certeza de ser lo que creo ser.

Trecento, Quattrocento, Cinquecento

Trecento, la decisión. Quattrocento, el hallazgo. Cinquecento, la vida fósil. Agudas sensaciones condensadas en el tiempo. 
Todo me sigue quedando grande; continúo donde empecé, en el punto de la vacilación y el equívoco.
Uno está ahí delante. Junto al otro.
Por un lado, la perfección escultórica del Renacimiento. La impecable anatomía de David, única belleza sin 'pero' que conocí. Por otro, él. La imperfección embaucadora, que me perturba y me impone, que sonroja mi piel, que me hace temblar como lo hace el frío cuando aprieta.
Lo perfecto y lo imperfecto. Lo eterno y lo perecedero. Si he de elegir, escojo lo caduco, lo variable. Lo humano. Quiero lo que entrecorta mi respiración. Lo que me hace sentirme diminuta hasta que vuelvo a recobrar la naturalidad del propio pulso.
Trecento, la duda. Quattrocento, la pérdida. Cinquecento, la muerte prematura.

Turbio

Despierto todas las mañanas con la misma sensación. Punzada en el pecho, presión en la garganta.
El dolor anímico siempre acaba manifestándose en el mismo lugar.
Pero la costumbre adormece. Ya no es dolor, ahora es molestia llevadera.
El diagnóstico es sencillo. Es terminal.
Involucrar a terceras personas en terrenos inexplorados por una misma es una de mis pasiones mejor sabidas. No tener en cuenta las consecuencias es uno de mis peores y más reincidentes errores.
Muchos hablan, advierten sobre mi comportamiento, mis perversas intenciones.
Si estás dentro ya es tarde. No podrás huir sin hacerte daño.
Yo ya estoy estropeada. Ya me da igual todo. Me das igual.