Hoy se va una gran parte de mi. Volverá, me lo ha prometido, tiene que cumplir con su palabra. Porque nuestras promesas valen más que cualquier otra, son las promesas de dos personas que llevan juntas toda la vida.
Pienso que intento darle fuerza a la promesa por miedo al no retorno, a esos días de alegría plena, llenos de risas, complicidad, amor. Amor... Durante cinco meses aprenderé que se sufre también por amor a una amistad grande. Entonces, pensando esto, me entra el miedo, no quiero sufrir... Y cuando llego a este punto paro y cambio. Es como si mi cabeza le dijera al corazón, "¿quieres dejar de ser dramático? Van a ser cinco meses estupendos, van a ser pura aventura, lo que siempre habéis querido ambas, esta experiencia os va a hacer vivir". Lo sé, pero hay tantísimas cosas que echaré de menos... Esas risas por tonterías como las de ayer, por ejemplo, ¿con quién las voy a tener mejor que con mis dos alfas? ó ¿quién va a entender mis exageraciones descomunales mejor que ellas?
Nos vemos poco, pero cuando nos vemos siempre son encuentros memorables. Ayer me quedé parada de camino a mi casa, a punto de volver a la de mi vida que se va, pero con toda la impotencia del mundo me fui: hoy hay que hacer cosas, cosas importantes, y debía levantarme muy temprano. Seguí andando y pensando en todas aquellas noches que recuerdo en su casa, o ella en la mía, no voy a olvidarlas nunca. Por eso tengo miedo del no retorno, tiene que volver, tenemos que volver a dormir juntas, como antes, como siempre. Tenemos que volver a ser una. Así que vuelve, y no me hagas ir a por ti.
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