martes, 19 de diciembre de 2017

Vuelvo a arder.

Puedo describir de mil formas preciosas lo que siente una persona cuando vuelve a abrir el pozo de su propia demolición y se lanza al vacío. 
La autodestrucción es, sin duda, la perfecta pacificadora de almas.
Ha de ser buscada, ha de ser añorada durante un tiempo y anhelada antes de dar el paso hacia una nueva oscuridad. Esa que se fabrica y se alimenta y crece sin descanso mientras la ignoras. 
Esperar la señal para saltar es lo más insustancial que he hecho en mi vida. Lo juro. No volveré a esperar nada nunca más. Lo oscuro también merece ser encontrado.
Reconozco que el hielo hizo bien su trabajo. Siempre fue bueno el frío para no sentir las heridas. Ahora arden y por fin las siento, ya son cicatrices, pero volveré a abrirlas a fuego. Falta aprender la lección.

Demasiada oscuridad y nunca suficiente. Quiero más espesor, más penumbra, más fuego. La noche más negra.

Y empezaremos a hacer arte. Tú y yo juntos de nuevo. Aunque sea para odiarte con todo el amor de mi corazón.