Tengo a la muerte en mi casa. Teniendo en cuenta que tengo dos casas y contando con que paso más tiempo en la casa donde está la muerte, por esta regla de tres el resultado es que me encuentro un 75% muerta.
La muerte y yo no nos llevamos mal, la verdad. Mucho más cariño le tengo que a dios, el omnipotente prepotente ese que un día decidió dejar de existir de ahora en adelante y de ahora hacia atrás porque sí. Y así no se puede ir por la vida, oiga.
Sin embargo la muerte y yo, que nos llevamos tan bien, en nuestros ratos libres jugamos al pocker, al ajedrez, al bingo... Lo que surja. Es malísimo, siempre gano. Y eso que antes la muerte me tuvo que enseñar las reglas del juego. Me explicó que no me preocupara, que eran fáciles, y que es algo que se aprende con la edad o en los garitos esos llenos de gente que no le tiene aprecio ya a la vida.
- Incluso a veces, -me dijo- de un golpe, lo aprendes.
3 comentarios:
Para MUERTE el broche de tu sujetador, querida.
De verdad que tengo la muerte en casa... ¡Y es de corcho!
Sin duda alguna Joey ha pensado en que mi sujetador se abra... No hay otra explicación.
¿y por qué me he perdido yo eso? m cachis..
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