sábado, 5 de febrero de 2011

A medias.

No prometas. Ni jures. No me hables de fantasías, de sueños, de tus planes futuros conmigo. No me hables de esa caravana que acumula viajes, ni de esa playa perfecta, ni de su puesta de sol. Hablar de eso sería un error. Porque todo eso es mentira.
Mitad niña, mitad mujer. Cojo lo peor de cada una. Una niña inocente, confiada. El mundo es bello, la vida es bella, y las personas también. Nadie va a hacerme daño, ¿por qué iba a hacerlo? Prométeme el cielo y lo esperaré. Esperaré días, meses, incluso podría esperar años, pero mi paciencia tiene un límite, y ahí aparece la mujer.
No soy la niña a la que prometes y al día siguiente olvida. Soy la mujer a la que, después de haber mantenido tanto tiempo como niña ilusionada, destruyes la esperanza. Y eso duele. Y no se olvida. Y es en este momento cuando echo de menos la fase de niña ingenua. O cuando deseo ser una mujer de coraza con los pies en la tierra.
Maldita madurez a medias.

4 comentarios:

Irene Bebop dijo...

Pues así serás toda tu vida, un híbrido, así que acostumbrate... acostumbrémonos.

Ya estamos fuera, 3, 2, 1, libertad.

Sara Fullera dijo...

Ser híbrido a veces es de locos. Se acerca a la bipolaridad. Y me da miedito.

Jose dijo...

Es un paso obligado, o una visión nueva de ti misma, no esperes que la madurez llegue sola, cógela =)

Dani M.L. dijo...

Mejor conduce tu esa caravana, vete a esa playa, a ese amanecer, no esperes a nadie y la madurez, que no te llegue para quitarte esos sueños, que te llegue para apreciar mejor ese amanecer. La madurez no tiene que ser renunciarte tiene que ser confirmarte como tu eres.