sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Quién eres?
Depende. Depende de si eres tú el que me mira o si soy yo. Depende de si estamos solos o rodeados de gente. Aunque la realidad es que soy un lobo, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.


¿A dónde vas?
A donde me lleven dedo índice y corazón. Corren tan deprisa cuando los dejo libres por el suelo, las paredes, las mesas, el aire... Corren tanto que incluso adelantan a mis pies y mis pensamientos. Mis manos son las que guían mis pasos.

domingo, 28 de octubre de 2012

Espera un momentito

Espera, espera un momentito y escúchame describir la muerte.
Verás, resulta que algún día, puede que muy pronto, una de mis vidas intente matarme.
Y lo logrará.
Y entonces yo andaré solita por allí por la muerte. Sentiré angustia, sentiré miedo, sentiré muchas cosas. Pero llegará un día en el que empiece a sentir indiferencia, y al final lograré comprender que la muerte nunca mata del todo, pues sin muerte no hay nacimiento.
Lo que pase a partir de ahí ya no te lo puedo contar. Magia. Misterio. Resurrección.

viernes, 26 de octubre de 2012

El principio del fin

No pude ver salir tu avión, quizás por eso nunca llegaré a creerlo. Ultimamente paso los días diciendo a la gente que estoy encantada de haberte visitado en tu nueva ciudad. Supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de ésas y, además de hacérselas creer al resto, creérselas uno mismo.

Pero pasa el día, empieza a anochecer, empiezo a quedarme sola. Antes estabas tan cerca...

Me duele al respirar desde hace un tiempo. Se me hunde el dolor en el costado, soy yo intentando salir de ahí. Quiero controlarlo pero no puedo, cada noche se me vacían las entrañas y me escapo de mi cuerpo para deslizarme hacia la agonía.

Vuelvo a controlarme, vuelvo en mi. Pero solo por un momento, apenas me quedan fuerzas y de nuevo empiezo. Tengo sed y estoy tragando, tengo frío si me abrazan, inhalo aire y no respiro. Quiero irme lejos de aquí, llévame, déjame, ayúdame.



sábado, 8 de septiembre de 2012

Dadá

Dicen del dadaísmo que es un movimiento artístico y literario basado en lo absurdo y lo espontáneo.
Dicen de mi que soy irracional, compulsiva, extraña. A mi me gusta decir que soy dadaísta, queda mejor. Eliminar la relación entre el pensamiento y la expresión es lo que yo sé hacer. Estupidez e inestabilidad, una mala memoria y un gran don de auto-destrucción son las características que mejor definen mi personalidad.
El dadaísmo es el antiarte, yo soy el antiyo. Defendemos el caos contra el orden, contra la perfección. Defendemos el 'no' cuando los demás dicen 'sí' y el 'sí' cuando los demás dicen 'no'. Somos duda, fantasía, rebeldía... Muerte.

jueves, 14 de junio de 2012

Lacrimal

No sé como en mi cuerpo puede haber tanta agua.
Increíble.
¿Qué hay que hacer para inscribir un record en los guiness?
No no no. Ahora no es momento para eso, que estoy deprimida y cuando estoy deprimida no me gusta que me pasen cosas felices, porque me provoca sentimientos contradictorios y no sé por donde podría salir. Histriónica mínimo.
En este estado no tengo nada que hacer. Me limitaré a escuchar música y poner cordones a los zapatos, que es lo único que aprendí a hacer con los ojos cerrados.
Esto mañana va a doler. Y tanto que va a doler, el colirio no me lo quita nadie.
Puta música alegre. La radio no entiende que necesito drama para acompañar el momento. No se interesa por la audiencia, ahora mismo les escribo un mail de queja a su web.
Mierda, no me se las teclas del ordenador de memoria y no veo.
Calculo que dentro de 10 minutos recuperaré el 40% de la visión. Voy pensando en mi pérfido mail.
Me pongo a jugar a la serpiente de mi antiguo nokia con un 10% de visión.
Entra mi madre, la conozco por sus pasitos cortos. Mientras se acerca me da tiempo a ponerme las gafas de sol.
Ella sabe que cuando llevo las gafas de sol no se pregunta. Me da un beso en la frente. Y me acaricia el pelo.
Sale y cierra la puerta.
Y allí, en medio de mi debilidad, encuentro mi fortaleza.

martes, 12 de junio de 2012

Querido X.

Sabía que podía pasar, y no te lo advertí. Tenías que haber vigilado las puertas de tu cabeza, creí que estando tan en la tierra como has estado siempre lo verías venir. Soy un virus que penetra rápido y no deja indiferente a nadie. Mis víctimas acaban todas, antes o después, infectadas. Pero no te preocupes, de verdad, porque se recuperan y, una vez curadas, se vuelven inmunes. Te recuperarás y olvidarás. Me olvidarás. La única que debe preocuparse aquí soy yo, pues el virus siempre vive en mi, y no hay manera de sacarlo. El único modo de seguir con vida es aprender a vivir con él, vivir tal y como él me está dictando. Al contrario de la razón, de la moral, al contrario de lo que dictan las leyes del comportamiento humano. He decidido que voy a vivir así por un tiempo, dejándome llevar para ver hasta dónde puedo llegar.
Mientras, la idea de racionalidad como base de la vida humana se aleja cada vez más y más de mi.

jueves, 24 de mayo de 2012

Soñé que la muerte venía a por mi. Luego dejé de soñar. Y viví que la muerte venía a por mi.

Y tenía tu cara.

lunes, 7 de mayo de 2012

Combustión.

Y yo que pensé que siendo fuego no nos podíamos quemar.
Yo perseguía al resto, sí, los hacía arder sin piedad y huía, dejando tras de mi un aire de chispas. Cuanto más crecía mi apetito por encontrar nuevas experiencias más calor expandía mi cuerpo, y quien se acercaba se encendía. Cuando fui consciente por primera vez de mi poder me sentí poderosa, inalcanzable, dios y diablo. Luego te conocí a ti, y me di cuenta de que tú también eras fuego. Y no solo eso, sino que todos lo éramos. Unos más fuertes que otros, unos más llenos de vida que otros. Para mi todos aquellos fuegos habían pasado desapercibidos, pero tú no lo hiciste, maldita sea.
Ardimos la vida juntos tan intensamente que los demás no podían mirarnos sin parpadear, pues sus ojos no contemplaban personas sino llamas. Tan profunda fue aquella pasión que nos caló en lo más hondo y llegó a nuestras entrañas, haciéndolas arder. Y entonces fue cuando ya no pudimos controlarlo, nos consumió nuestro propio poder.
En lugar de usarlo a favor lo hicimos en nuestra contra, comenzamos a lanzarnos bolas de fuego una tras otra apuntando al corazón, haciéndonos daño pero sin morir, pues estábamos hechos del mismo elemento que el que nos pretendía dañar. Y así pasó el tiempo, hasta que nuestro cuerpo empezó a renegar de nuestro propio elemento, y dejamos de ser fuego. Nos convertimos en humo, para siempre, sin vuelta atrás.

viernes, 27 de abril de 2012

Tres.

¿Por qué yo? ¿Por qué me eligió a mi, aquí y justo ahora? Nada tenía sentido. No me había fijado en ella nunca, pero observarla en aquel momento fue inevitable. Alta y esbelta, de piel blanca pero tersa, ojos negros pero brillantes. Me sorprendieron esos ojos, tan oscuros, tan profundos... Nunca había reparado en ellos, o es que no había tenido oportunidad de mirarlos detenidamente, pues sólo habíamos coincidido dos o tres veces en nuestras vidas, tres para ser exactos.
La primera, en la casa de campo de mi amigo Rodrigo de Torres, hace seis años. Ella era una nena comparada con nosotros. Recuerdo que entró a la casa llena de tierra, con la cara sucia, pero alegre, portando un ramo de flores silvestres que ella y su amiga habían recogido en los alrededores de la parcela. Se acercaron a las butacas donde Rodrigo y yo estábamos sentados. Yo les eché un vistazo de arriba a abajo y seguí fumando sin más miramientos. Pensé que eran primas de Rodrigo. Cuando Rodrigo la vio entrar se levantó, la besó en la mejilla y recogió el ramo con cuidado, acariciando las manos de ella y mirándola con ternura. En ese momento me di cuenta de que no había relaciones de parentesco entre ellos. Me la presentó formalmente, "mi novia, Eva". "Evita para los amigos", añadió ella con una sonrisa, dejando entrever su impecable ortodoncia.
La segunda vez fue en el lago, hace tres años. Mientras todos se divertían lanzándose al agua desde las rocas, Rodrigo y Evita no se separaban ni un segundo, ya fuera en agua o en tierra, mimándose el uno al otro, mirándose sin gastarse, queriéndose sin más. Yo me limitaba en aquellos tiempos a mi mismo, a mis escritos y a fumar, sin poder entender cómo aquellos dos no se cansaban del otro ni de ellos mismos, siempre tan monótonos, tan pegados. Al menos podrían separarse del resto un rato para trasladar tanto amor al hecho, pero jamás los veía desaparecer, siempre estaban ahí, pegajosos, aburridos.
La tercera vez fue ayer por la noche. Era la despedida de soltero de Rodrigo. Ya no eramos críos, ya no sufría por ver a aquellos dos juntos ni me ponía celoso de Evita por robarme a mi amigo. Maduramos de golpe, aunque tal vez ayudara que Rodrigo se diera cuenta de mi hostilidad hacia ella y dejara de traerla a cada salida nuestra. Como despedida de soltero, Rodrigo había planeado una fiesta en casa, con su familia y amigos más cercanos. Obviamente yo era uno de los invitados, pero el plan casero de Rodrigo me defraudó, incluso me cabreó. No hubo manera de hacerle cambiar de opinión, así que decidí cambiar el plan por una cita íntima, mis cigarros y yo a solas. Rodrigo, conociéndome, lo entendería.
Cual fue mi sorpresa a la quinta copa cuando, vagabundeando mi mirada por el local de turno, logro identificar a una de las chicas que bailaba sobre la barra, ¡Evita!, grité. Me levanté rápidamente del taburete, con un leve tambaleo, y fui hacia ella para saludarla. La ayudé a bajar de la barra y me plantó un beso en la mejilla. Me sorprendió, siempre nos habíamos saludado con la mano, mínimo a un metro de distancia. Pero la ocasión lo merecía, estaba de celebración. Me fijé en ella, no parecía ebria, pero sí más feliz que de costumbre, más despierta, más linda. Reparé finalmente en sus ojos, los más negros, profundos y brillantes que había visto jamás. Por primera vez en mi vida pensé que, después de todo, quizás Rodrigo era un hombre con suerte.
Evita interrumpió mis pensamientos con un breve "ven conmigo". Me agarró de la mano y me sacó fuera del local. "No me siento bien, quiero que me lleves a casa", me dijo sin soltarme aun de la mano. Le expliqué que llevaba varias copas encima, que se lo pidiera a algún amigo de su fiesta. Mostró frustración durante una milésima de segundo, después metió su mano en mi bolsillo, cogió las llaves de mi coche y me llevó hasta él, "no te asustes, ya sabes que lo he conducido mil veces, solo quiero irme a casa, puedes venir si no te fías de mi".
La casa de Evita estaba realmente lejos, me dio tiempo a dormir durante el trayecto. Cuando llegamos se me había pasado todo el malestar y estaba para otra copa. Ella no dudó en invitarme a pasar y abrir una botella de vino para celebrar su casamiento. Ahora que estaba más despierto no dejaba de percibir señales contradictorias de Evita, pues mientras hablaba de Rodrigo y de su boda me acariciaba la pierna, me tocaba el pelo, me miraba la boca. El momento en el que nuestras miradas se encontraron fue decisivo, el deseo de sus ojos oscuros pudo conmigo.
Dos horas después, tumbados en la cama, hablábamos de cómo habían transcurrido aquellas tres últimas horas. Los dos coincidimos en que la primera vez fue costosa porque ella estaba tensa y le dolió mucho, no pudo disfrutar. Pero la segunda vez ambos nos dejamos llevar y lo disfrutamos en silencio, sin mirarnos a la cara, pero acariciándonos y respirando en la oreja del otro, lo que lo hizo aun más excitante. Tras una breve pausa en la que los dos quedamos sumisos en nuestros propios pensamientos, ella, sin dejar de mirar al techo, dijo: "mi virginidad ya no pertenecerá a Rodrigo". Le contesté que no, que ahora me pertenecía a mi. Evita rió, se sentó en la cama y entre carcajadas dijo que cómo podía pensar que a mi me podía pertenecer algo de ella, cuando ella había sido la que me había utilizado, la que había cogido mi coche y me había llevado hasta su cama. "Mi virginidad me pertenece a mi, y a nadie más".
Y así fue como Evita para mi ya nunca más fue Evita y se convirtió en la señora Eva de Torres.
Es muy duro pensar que las cosas están cambiando
y que la música que escuchas acompañe a tus pensamientos.

sábado, 17 de marzo de 2012

Filtro.

Hoy no tengo filtro. Hoy mi alma es colador. Consciente de ello me alejo de ti lo máximo posible. Te esquivo en clase, pasillos, te esquivo en sueños. Mi mayor miedo son tus ojos, los evito como la muerte. Mi ser está ahora a años luz de tu cuerpo, hoy parece que lo he conseguido, ya nada malo puede pasar. 
Eres mi cicatriz. Situada en un lugar muy visible para mi, invisible para el resto. Llevo días evitando tocarla. Pero esa sangre seca me incita, quiero sentir su superficie aspera e infectada en mis manos, quiero rascarla. Sabía lo que iba a pasar, caería en la tentación, volvería a salir sangre y vuelta a empezar, siempre es lo mismo. 
Pero aquella vez fue diferente. La sensación fue cálida, dulce, la cicatriz ardía pero no escocía, enrojecía pero no se irritaba. Puede que me esté volviendo inmune contra este dolor, o peor, puede que mi cuerpo se esté acostumbrando a él y lo admita ya como algo normal, incluso placentero. 
Miro la cicatriz y sigue ahí, miro al frente y estás tú, observando como resbala la gota de sangre por mi piel y cae al vacío, colisionando en tu zapato. Lo miras, me miras, te limpias y te vas. Y en esa fracción de segundo volvió a pasar, volví a encontrarme con tus ojos. Llevan una pistola. Ahora soy yo la que cae al vacío, la muerte me ha encontrado y no puedo escapar, estoy herida. Sin pensarlo dos veces, tus ojos disparan. 
Y así, muerta en vida una vez más, recojo mis pedazos y hago recuento de las heridas de bala que llevo encima. Que no son pocas.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Catorce años.

El cielo está tan alto que no entiendo cómo, alzando la mano, me da la sensación de que casi puedo palpar las nubes con las manos. Si cierro los ojos puedo hacerlo, son humo, no son densas como las dibujaba en mis comics, como algodón de azúcar. Son aire que se desvanece en mis manos como el vaho que desprende mi cuerpo. El cielo es poderoso, parece inmutable, como si estuviera más allá del tiempo. Supongo que por eso algunas religiones asocian el cielo con la eternidad. La niñez... también es eterna. Nadie llega jamás a hacerse adulto, el niño que fuimos sigue existiendo en nosotros. Todos somos conscientes de ello, algunos lo esconden, los considerados personas racionales, otros lo dejan libre y se exponen al riesgo de ser considerados locos, raros, retrasados. La niñez es como este cielo. La mayoría de las personas pensamos que con el paso del tiempo y la experiencia hemos crecido y madurado, pero la edad adulta no es más que un obstáculo, una imposición social que frena el espíritu libre del niño. Ahora, consciente de todo esto, vuelvo a vivir mis catorce años y descubro cosas que antes había dejado pasar sin darme cuenta.

sábado, 21 de enero de 2012

Mundos de mentes

-Antes de que te permita entrar en mi mundo, debes aprender algunas cosas básicas y pensarte bien si quieres entrar o no, pues una vez dentro no podrás salir.
-¿Nunca?
-Jamás. Ninguno de los que ha entrado lo ha conseguido. Aunque quién sabe, tú podrías ser la excepción.
-Estoy dispuesto a correr el riesgo.
-Está bien, primero tres reglas básicas: maría, licor 43 con batido de chocolate y pornografía, las tres únicas drogas que han de entrar en esta casa. Segundo, no quiero ver nada que tenga que ver con religiones, en especial con la cristiana. No se te ocurra traer una Biblia a casa, no me gustan las historias de ciencia ficción. Tercero, deberás cambiarte ese nombre que tienes, Abelardo, parece que tengo un novio de 72 años...
-¿Por qué?
-No me gustan los ceros ni los unos, son números que evito siempre que puedo. Pero eso no son normas, eso son manías que ya irás descubriendo, tengo a montones. No pongas esa cara, son excentricidades leves, inofensivas.
-En realidad me refería a por qué tengo que cambiarme el nombre.
-Porque es feo, y no me digas que no. Mira, yo te llamaría Cosme, pero sé que a lo feo también se le tiene cariño, así que abreviamos tu nombre a Abel y listo, aunque lamentablemente sea nombre devoto. Cuando quieras puedes cambiártelo. Yo me lo cambio constantemente, según mi estado de ánimo unos días me siento más Olivia, otros más Carla y la mayoría del tiempo me siento Alejandra, sobre todo los martes. No te asustes, mi nombre real lo has visto millones de veces en mi dni. Esto es algo de lo más normal, no es que tenga personalidad múltiple, son sólo distintas caras, distintos momentos de una misma persona si te suena mejor, nada más. Eso lo tenemos todos. Es más sencillo un cambio de nombre que un cambio de nariz en un quirófano. Además este va sin anestesia y se puede cambiar siempre que quieras, sin dolor ni secuelas. 
-Me gusta Cosme.
-Me alegro de que te guste. Espero que también te guste la comida japonesa, porque es lo único que tengo hoy. Ah, otra cosa que debes saber es que amo la comida japonesa, pero odio la comida china, es mi enemiga. Esto tampoco es una norma, es sólo una advertencia. Mi último novio me llevó a un restaurante chino por mi cumpleaños, nada más llegar a la puerta le dije que se me había olvidado ponerme bragas y tenía que volver a casa. Jamás regresé. Los amigos de mis enemigos son mis enemigos.
-No me gusta la comida china, ni la japonesa.
-Bueno, no tengo nada en contra de los enemigos de mis amigos, por ahora. Vamos, te llevaré a un bar que queda a tres cuadras de aquí donde sirven la comida en patines. Allí te seguiré contando. Recuerdame que te hable sobre mi hurón, sobre Nietzsche y sobre la masturbación. Son tres temas importantes que debemos tocar antes de volver a casa.
-Me gusta la masturbación.
-Me alegro de que te guste.

viernes, 20 de enero de 2012

La gran historia de mi viaje.

Te conocí a ti, me conocí yo.
FIN.

Teorías y escapismos I

¿Y si todo es mentira? Lo mismo ha sido todo un sueño. Sí, un sueño. No no, una alucinación, eso debió ser. Lo que está claro es que todo ha sido producto de mi imaginación, seguro. Desde pequeña he vivido entre lo real y lo ficticio y ahora... Cuántas veces habré escapado de aquí, imaginando situaciones irreales de las que regreso siempre pensando que son totalmente ciertas. Lo que me ha jugado bastantes malas pasadas, por cierto. Y qué fantástico si hubieran sido ciertas, que genial es mi vida imaginaria. Pero esta vez es distinto porque no me evadí un rato, un día o una noche, ha sido mucho tiempo. Ha sido un viaje, y qué viaje, como una elipsis temporal entre realidad y realidad. No sabía que se podía vivir en la imaginación tanto tiempo, hasta ahora. Por la duración no ha podido ser sólo un sueño, habrán sido muchos seguidos, como una especie de narcosis, ¿un coma tal vez?
Pero eso ya apenas importa, porque ya regresé. Muchas veces despierto en mitad de un sueño y vuelvo a dormirme con la intención de terminar la historia. El 99% de las veces lo consigo. Pero de esta cosa ya regresé y no puedo volver. Lloré, grité, mi cuerpo se estremeció y tembló durante días. Ahora empiezo a comprender que se acabó, que no volveré a ese extraño viaje comatoso nunca más. Tal vez vuelva a tener otra utopía parecida, pero nunca nada igual.