El cielo está tan alto que no entiendo cómo, alzando la mano, me da la sensación de que casi puedo palpar las nubes con las manos. Si cierro los ojos puedo hacerlo, son humo, no son densas como las dibujaba en mis comics, como algodón de azúcar. Son aire que se desvanece en mis manos como el vaho que desprende mi cuerpo. El cielo es poderoso, parece inmutable, como si estuviera más allá del tiempo. Supongo que por eso algunas religiones asocian el cielo con la eternidad. La niñez... también es eterna. Nadie llega jamás a hacerse adulto, el niño que fuimos sigue existiendo en nosotros. Todos somos conscientes de ello, algunos lo esconden, los considerados personas racionales, otros lo dejan libre y se exponen al riesgo de ser considerados locos, raros, retrasados. La niñez es como este cielo. La mayoría de las personas pensamos que con el paso del tiempo y la experiencia hemos crecido y madurado, pero la edad adulta no es más que un obstáculo, una imposición social que frena el espíritu libre del niño. Ahora, consciente de todo esto, vuelvo a vivir mis catorce años y descubro cosas que antes había dejado pasar sin darme cuenta.
1 comentario:
Cuando uno tiene catorce años se despreocupa de todo
y no existe nada mejor que pasarlo en grande.
Está claro que no hemos de olvidarnos de cumplir con nuestras obligaciones,
pero estas carecen de importancia
cuando se pone algo más divertido al otro lado de la balanza.
Procuramos escapar del tedio, salir de nuestra madriguera, dar vueltas por la ciudad bebiendo en cada bar, fumando en cada parque, conociendo a cada chica, disfrutando cada momento.
Cuando llegamos a casa después de varios días fuera nuestros padres nos dicen que estamos tirando la vida por la borda, que debemos estudiar o trabajar. Lo que ellos no entienden debido al horror de la seriedad que provoca la amarga experiencia es que la vida, como la palabra indica, está para vivirla,
y eso es algo que no te enseñan en casa porque es una sensación que ellos dejaron atrás con el tiempo, y tampoco en la iglesia porque no les benefician tus alas.
Este mundo funcionaría mejor si nunca dejáramos de tener catorce años.
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