Adoro cuando ríes. Cuando bailas. Cuando me miras y te das la vuelta porque no quieres mirarme. Y cuando comes, en serio, no sabes la alegría que me da verte comer.
Te quise una vez, te quise con locura. Fueron las dos horas más extrañas y egoístas de mi vida.
Luego vinieron esa serie de sueños utópicos una vez a la semana, que me dejaban perturbada para el resto del día.
Y después la nada.
Y en esa nada nos encontramos, sin reír juntos, sin bailar juntos, sin valor de mirarnos directamente a los ojos. Porque no se puede, o tal vez por miedo a lo que pueda pasar.
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