Cuando tengo un déjà vu creo que estoy muerta. Ese pequeño chispazo hace que me plantee si lo que vivo no es un sueño eterno de lo que ya he experimentado en la vida terrenal.
Ayer me atreví a preguntar en voz alta en mi casa sobre este tema, no obtuve respuesta. La osadía obtuvo mejor resultado del esperado, la no respuesta a mis quimeras es lo usual, pero a ello no vino acompañando ni la mueca de desaprobación ni el intercambio de miradas estupefactas.
Algo ha cambiado. O tal vez sea que el tema del déjà vu está muy trillado y es usual que cualquier persona pueda plantear la cuestión. Quién sabe.
Pero así debo actuar, es mi manera de relacionarme en casa desde lo que ocurrió en Gredos. Ellos saben que soy desde que nací, qué soy en veinticuatro maneras de serlo, que soy cuando estoy sola, estoy acompañada o estoy acompañada deseando estar sola. Siempre han sabido qué soy, pero no qué no soy, Hasta Gredos.
Ahora, para no asustarlos con silencio, de vez en cuando doy pequeños sustos, en pequeñas dosis. Mientras ellos piensan que están alerta, yo los engaño con miedo en porciones. Y así, poco a poco, iré guardando de nuevo bajo llave lo que no soy, y el mundo del ser se restablecerá.
1 comentario:
Sea lo que sea cuídate, que nos debemos la vida.
O por lo menos, tú la mía.
Publicar un comentario