-¿Sabes lo que me cabrea? Que he estado hablándote de mi un año entero, sabes toda mi vida, todos mis gustos, aficiones y aspiraciones...y yo no sé nada de ti.
-Soy alérgico a los tulipanes y a levantarme temprano, soy licenciado en periodismo por la Université Catholique de Louvain, odio los cacahuetes, me entran ganas de matarte cuando acaparas el baño, te amo más que nunca cuando duermes, y te echaré de menos cuando por fin sepas todo de mi y te aburras de estar conmigo. Pero voy a procurar que eso no ocurra nunca, ayúdame y no hagas muchas preguntas.
jueves, 30 de septiembre de 2010
domingo, 19 de septiembre de 2010
Un ratito más
Cuando eres pequeña, la noche da miedo, mucho, mucho miedo, porque se esconden monstruos en el armario y bajo la cama. Cuando te haces mayor, esos monstruos no desaparecen, simplemente son diferentes. En vez de ser enormes, peludos y de grandes dientes afilados, pasan a ser la falta de confianza en uno mismo, la soledad, el arrepentimiento. Todas las teorías que tenía a los 6 años, como la de los reyes magos o la de que los adultos no tienen miedo a la noche, se desmoronaron al poco tiempo. Que seas más maduro y sabio por lo visto no te hace menos vulnerable. Quien lo diría.
Dormir no parece que sea difícil de hacer. Sólo cierras los ojos, esperas unos minutitos y voilà. Pero para muchos de nosotros, dormir puede estar en muchos casos lejos de nuestro alcance. Queremos hacerlo, pero no sabemos cómo, y ya no podemos llamar a papá o mamá para que se queden con nosotros hasta que podamos conseguirlo, todo se convierte en una batalla personal, estamos solos ante nuestros miedos.
A mi me gustan los días esos que no dan tanto miedo, esos en los que, aunque haya monstruos, miramos a un lado y nos damos cuenta de que no estamos completamente solos en la oscuridad. Y cerrando los ojos muy, muy fuerte, como si eso hiciese más efectivos nuestros deseos, pensamos: un ratito más, solo un ratito más.
Dormir no parece que sea difícil de hacer. Sólo cierras los ojos, esperas unos minutitos y voilà. Pero para muchos de nosotros, dormir puede estar en muchos casos lejos de nuestro alcance. Queremos hacerlo, pero no sabemos cómo, y ya no podemos llamar a papá o mamá para que se queden con nosotros hasta que podamos conseguirlo, todo se convierte en una batalla personal, estamos solos ante nuestros miedos.
A mi me gustan los días esos que no dan tanto miedo, esos en los que, aunque haya monstruos, miramos a un lado y nos damos cuenta de que no estamos completamente solos en la oscuridad. Y cerrando los ojos muy, muy fuerte, como si eso hiciese más efectivos nuestros deseos, pensamos: un ratito más, solo un ratito más.
jueves, 16 de septiembre de 2010
lunes, 13 de septiembre de 2010
Tengo ganas de que me desnudes. Quiero que me desnudes, entera, que me dejes sin nada, que me dejes con sólo lo que soy. Desnúdame, por dentro y por fuera. Hazlo ya, no esperes más. Mañana ya será tarde, puede que ya no quiera estar sin ropa, puede que haya pasado el momento. Aprovecha ahora, tengo ganas de ti y de nada más. Estoy cansada de utilizar unicamente mi imaginación... Quiero utilizarte a ti, manejarte, dominarte, poseerte. Dame lo que quiero, lo quiero ahora.
Ahora desearía que alguien me contara lo que él respondió.
Ahora desearía que alguien me contara lo que él respondió.
jueves, 9 de septiembre de 2010
Me gusta como quema
¿Alguna vez amaste a alguien tanto que apenas podías respirar? ¿Que no te dejaba conciliar el sueño? ¿Alguna vez te sentiste como si ese amor te golpeara? Dolor, escalofríos, mareos, enfermedad, vacío, veneno...
Cuando cuento mi historia, la mayoría de las personas se alarman, me dicen que lo mejor es que cada uno siga su camino, que nos estamos haciendo mucho daño, que esta relación nos está quemando.
Y yo les digo que está bien, que tranquilos, está bien. Que a mí me gusta cómo quema.
Y luego me pongo triste, muy triste, y ellos piensan que por mi frustrante y dolorosa relación. Y en realidad es por ellos, por no tener la oportunidad de vivir lo que estoy viviendo.
Una vez, Ginés Liébana me dijo: "No te preocupes, querida, el amor no duele tanto como crees. Además, es bonito sufrir por amor, sufrir por amor es una de las cosas más bellas del mundo. Hay que alegrarse de poder sufrir por amor".
Cuando cuento mi historia, la mayoría de las personas se alarman, me dicen que lo mejor es que cada uno siga su camino, que nos estamos haciendo mucho daño, que esta relación nos está quemando.
Y yo les digo que está bien, que tranquilos, está bien. Que a mí me gusta cómo quema.
Y luego me pongo triste, muy triste, y ellos piensan que por mi frustrante y dolorosa relación. Y en realidad es por ellos, por no tener la oportunidad de vivir lo que estoy viviendo.
Una vez, Ginés Liébana me dijo: "No te preocupes, querida, el amor no duele tanto como crees. Además, es bonito sufrir por amor, sufrir por amor es una de las cosas más bellas del mundo. Hay que alegrarse de poder sufrir por amor".
Año nuevo
Vuelve septiembre, otra vez. Septiembre muchas veces te cambia todo, otras veces, te devuelve a la rutina y otras, como a mí, te llena de incertidumbre. Para mí el año nuevo no empieza el 1 de enero, empieza en septiembre, da igual el día.
Esas supersticiones absurdas que tiene la gente cuando llega año nuevo, como ordenar la habitación, cambiar las cosas de sitio, comer uvas, cambiar de look, llevar ropa interior roja... Esas estupideces yo no las hago el 1 de enero, no señor, yo las hago en septiembre.
De pequeña, amaba y, a la vez, odiaba terriblemente septiembre. La primera quincena iba a la playa con mis padres, pero al día siguiente de volver a casa ya tenía que ir al colegio y, para colmo, siempre me perdía la pequeña feria de mi barrio, que es del 4 al 8 de este mes, y los coches de tope tendrían que esperar hasta que llegara la feria de la ciudad.
Ahora, para mi septiembre es otra cosa totalmente distinta a la que era entonces. No es como marzo, que el pobre pasa desapercibido porque no tiene ningún acontecimiento a destacar, ni como mayo, que es alegre y vivo, y está lleno de fiestas. He llorado por septiembre. Siento que me da tiempo y que a la vez me lo quita, y eso me provoca miedo, porque encima de que me quita tiempo no sé ni para qué me lo está dando. Esto me hace pensar que algo tengo que hacer, que hay algo que debo cambiar, pero nunca me dice el qué. Este año he decidido que no voy a buscar ese algo, voy a dejar que me encuentre él solito. Y sé que el 30 de septiembre ya me habrá encontrado... y que el 1 de octubre me levantaré con resaca y será año nuevo, y vida nueva.
Esas supersticiones absurdas que tiene la gente cuando llega año nuevo, como ordenar la habitación, cambiar las cosas de sitio, comer uvas, cambiar de look, llevar ropa interior roja... Esas estupideces yo no las hago el 1 de enero, no señor, yo las hago en septiembre.
De pequeña, amaba y, a la vez, odiaba terriblemente septiembre. La primera quincena iba a la playa con mis padres, pero al día siguiente de volver a casa ya tenía que ir al colegio y, para colmo, siempre me perdía la pequeña feria de mi barrio, que es del 4 al 8 de este mes, y los coches de tope tendrían que esperar hasta que llegara la feria de la ciudad.
Ahora, para mi septiembre es otra cosa totalmente distinta a la que era entonces. No es como marzo, que el pobre pasa desapercibido porque no tiene ningún acontecimiento a destacar, ni como mayo, que es alegre y vivo, y está lleno de fiestas. He llorado por septiembre. Siento que me da tiempo y que a la vez me lo quita, y eso me provoca miedo, porque encima de que me quita tiempo no sé ni para qué me lo está dando. Esto me hace pensar que algo tengo que hacer, que hay algo que debo cambiar, pero nunca me dice el qué. Este año he decidido que no voy a buscar ese algo, voy a dejar que me encuentre él solito. Y sé que el 30 de septiembre ya me habrá encontrado... y que el 1 de octubre me levantaré con resaca y será año nuevo, y vida nueva.
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