sábado, 25 de octubre de 2014

Casi ocho. No pertenezco a este lugar, parte III.

Cada vez más cerca de una verdad que asusta. 
Nunca pensé que fuese una persona más complicada que el resto, y menos aún puedo pensarlo conforme he ido conociendo a unos pocos de los personajes más pintorescos, estrafalarios y complejos que han podido pasar por mi corta vida.
Tampoco pienso que convierta lo fácil en difícil o lo simple en engorroso. Nunca se me ha dado bien crear obstáculos de ningún tipo, ni si quiera sé poner la zancadilla. Años que he practicado, y nada.
Pero en mi interior hay demonios. Dentro de mi existen unas ganas de algo inmensas que nadie nunca hasta ahora ha podido saciar. Sólo ha existido una persona capaz de rozar con los dedos ese algo, pero diez mil kilómetros de océano separan dos vidas que tienen como objetivo compartir una realidad que cada vez cuesta más mantener así, pues poco a poco se difumina y el idealismo imposible invade el recuerdo de lo que fuimos.
La vida es cuestión de prioridades, dicen. Prioridades que uno, como ser humano errático que es, elige de forma subjetiva en determinados momentos de su vida y ya es la suerte la que decide si acertaste o partiste tu existencia en mil pedazos irreparables que tienes que recoger, asumiendo la derrota y aprendiendo la lección. Y a veces pasa que, de algunos de estos errores, uno nunca se recupera.
Acostarme y quedarme horas mirando al techo. Esperar a que alguien o algo me mande la señal y un plan de actuación. De mi fuero interno no sale nada desde hace tiempo, no hay camino a seguir. Sigo a la inercia y ella me sigue a mi, empujando.


1 comentario:

albert dijo...

beautiful blog kisses