martes, 23 de noviembre de 2010

Niño perdido

Me perdí. No sé dónde, en qué momento, ni por qué, pero me perdí. Y nadie me encuentra. Mi alma empieza a acumular intentos por encontrarse, por volver a lo que fue, si es que en algún momento fue, porque tampoco estoy segura de eso, a lo mejor esto es solo una especie de evolución de uno mismo, un cambio, ¿un bache se dice?
Empieza a pesar esta sensanción, más los días de lluvia, más cuando los días se hacen cada vez más cortos y las noches eternas, más cuando estás a pocos días de cumplir años, cuando te das cuenta mejor que nunca que el tiempo está pasando, y que no pasa solo para los demás, también te está pasando a ti, en tu propia piel.
Mucha gente, mucha mucha gente, rodeada de gente, e invisible. Invisible para mi misma. ¿Lo entiendes? No es esa sensación de soledad común que uno puede sentir cuando siente que los demás lo aislan, es el propio aislamiento. Aquí tu cuerpo se divide en dos, una mitad quiere volver ansiosamente a la ciudad, hace todo lo posible para lograrlo, pero la otra mitad quiere quedarse en la isla para siempre, desaparecer allí y no volver jamás... ¿Qué mitad ganará esta pelea? Aquella que yo alimente.

3 comentarios:

Irene Bebop dijo...

Te aconsejo, para dejar de ser invisible, hacerte ver. Esto es, comprarte un despertador en condiciones y venir a clase. Jé!

-Abuelo, dime, ¿cuál de los dos lobos ganará?
Las bolsas de Natura son filosofía pura.

Sara Fullera dijo...

Calada, jajajaja
No ir a clase provoca quedarse en casa, lo que provoca aburrirse, lo que provoca pensar uno mismo, lo que provoca esto.
Cadena viciosa maaaaaaaaala.

Sara Fullera dijo...

PD: tengo la bolsa de natura colgada en la pared.