Las cosas muy bien, no van. Lo sé porque empatizo con personas que han pasado por crisis existenciales, porque engullo las neurosis de Kafka y porque me harto de John Coltrane por las noches. Y con eso lleno mi alma, a base de tinta negra, tragedia y luna.
No me enseñaron a seguir una orden sin cuestionarla primero, no me inculcaron la jerarquía ni me dictaron las normas del juego. Crecer fuera del tablero es crecer feliz, es crecer libre. Pero la invulnerabilidad no dura para siempre, obviar las instrucciones es arriesgado. Y sin preparación ni advertencia, la hostia del método impuesto duele más.
Pero ningún régimen es infalible, y quien roza mi cara atraído por la idea de controlar al animal cae derrotado nada más rozarme con la yema de sus dedos. Porque nuestra especie no tiembla, porque crecimos fuertes, ajenos al miedo, cuestionando la verdad desde sus cimientos hasta hoy.
Las cosas bien, no van. Pero cambiarán. Y meteré al escarabajo en ese maldito tren azul.