Mojé mis dedos en lo profundo de la nieve que cubría el mármol. Hundí la mano hasta que mis muñecas quedaron atrapadas por el hielo.
Y ahí morí, clavada en el frío. Nunca llegué a tocar tierra.
Tardé años en morir, fue todo algo agónico. No hubo manera de revertir la situación en ningún momento, el viaje hacia el gélido infierno era sólo de ida. Lo supe nada más tocarte. Éramos los elegidos. Sabíamos que aquel sueño fallecería en nuestros brazos y nosotros no podríamos hacer nada por impedirlo. El fuego y la vida nos mandó al invierno.
Nacimos para ser asesinados por el sol.