martes, 6 de julio de 2010
La Isla
Hoy tuve el valor de hacer caso a la recomendación de mi profesor de Latín y Griego de Bachillerato. Él nos mandó leer La Odisea, de Homero. No recuerdo si fue obligatoria o voluntaria, pero ayudaba a subir nota. Yo, por curiosidad, aunque no negaré que también por ambición y deseo de satisfacer a un profesor al que admiraba (y admiro), la leí.
Él nos decía que no sería fácil, que La Odisea tenía mensajes ocultos y que era de delicada comprensión para alumnos de Bachillerato tan poco preparados para lecturas de elevada complejidad.
Yo, entre otros alumnos, aceptamos el reto. Todos los días después de comer leía en mi casa hasta que la vista se cansaba, por las noches leía hasta que la vista se dormía. Así día tras día, parándome en partes complicadas, volviendo a leer hasta llegar a comprenderlas, haciendo pausas para reflexionarlas y, de vez en cuando, volviendo a leer las típicas páginas que vas pasando mientras piensas en la excursión del viernes o en lo guapo que iba Javier esta mañana. Hasta que llegué al final que, debo añadir, cambió la idea que tenía de Atenea (antes la admiraba, ahora le tengo respeto y un poco de miedo).
Yo pensaba que lo había comprendido todo, que mi análisis había sido satisfactorio y que eso se vería reflejado en la nota del control de lectura. Tal y como esperaba, saqué sobresaliente. Pero para mi sorpresa no hubo palabras de contento o aprobación por parte del profesor, las únicas palabras que pude saborear tras mi éxito fueron: "Cuando hayas crecido, y creas que estás preparada, vuelve a leer La Odisea, y léela una y otra vez, pues cada vez que lo hagas te resolverá dudas de tu vida que aun no tienes, porque no las entiendes".
Llegué a mi casa destrozada, pensando que mi esfuerzo no había valido la pena. Al dejar el instituto dejé de pensar en el profesor y en La Odisea por un tiempo, a veces me venía a la cabeza, pensaba en la posibilidad de que estuviese preparada por fin para descubrir todos los conocimientos que, según mi profesor, el libro me esperaba resolver. Pero no lo estaba, leía el primer capítulo y me transmitía exactamente lo mismo que la primera vez.
Hoy, organizando mi cuarto en profundidad (trabajo que me llevará unos días) me topé con La Odisea en una estantería formada por revistas usadas, libros del instituto y algunos álbumes de fotos. Lo cojo, me siento en la cama y lo abro por una página cualquiera, leo:
"Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino,
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino".
Me doy cuenta de que he crecido, estoy preparada, todo adquiere otro significado. Por fin he entendido lo que significa Ítaca, y espero que mi viaje hacia ella sea largo, sin prisas, lleno de experiencias y placer.
Él nos decía que no sería fácil, que La Odisea tenía mensajes ocultos y que era de delicada comprensión para alumnos de Bachillerato tan poco preparados para lecturas de elevada complejidad.
Yo, entre otros alumnos, aceptamos el reto. Todos los días después de comer leía en mi casa hasta que la vista se cansaba, por las noches leía hasta que la vista se dormía. Así día tras día, parándome en partes complicadas, volviendo a leer hasta llegar a comprenderlas, haciendo pausas para reflexionarlas y, de vez en cuando, volviendo a leer las típicas páginas que vas pasando mientras piensas en la excursión del viernes o en lo guapo que iba Javier esta mañana. Hasta que llegué al final que, debo añadir, cambió la idea que tenía de Atenea (antes la admiraba, ahora le tengo respeto y un poco de miedo).
Yo pensaba que lo había comprendido todo, que mi análisis había sido satisfactorio y que eso se vería reflejado en la nota del control de lectura. Tal y como esperaba, saqué sobresaliente. Pero para mi sorpresa no hubo palabras de contento o aprobación por parte del profesor, las únicas palabras que pude saborear tras mi éxito fueron: "Cuando hayas crecido, y creas que estás preparada, vuelve a leer La Odisea, y léela una y otra vez, pues cada vez que lo hagas te resolverá dudas de tu vida que aun no tienes, porque no las entiendes".
Llegué a mi casa destrozada, pensando que mi esfuerzo no había valido la pena. Al dejar el instituto dejé de pensar en el profesor y en La Odisea por un tiempo, a veces me venía a la cabeza, pensaba en la posibilidad de que estuviese preparada por fin para descubrir todos los conocimientos que, según mi profesor, el libro me esperaba resolver. Pero no lo estaba, leía el primer capítulo y me transmitía exactamente lo mismo que la primera vez.
Hoy, organizando mi cuarto en profundidad (trabajo que me llevará unos días) me topé con La Odisea en una estantería formada por revistas usadas, libros del instituto y algunos álbumes de fotos. Lo cojo, me siento en la cama y lo abro por una página cualquiera, leo:
"Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino,
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino".
Me doy cuenta de que he crecido, estoy preparada, todo adquiere otro significado. Por fin he entendido lo que significa Ítaca, y espero que mi viaje hacia ella sea largo, sin prisas, lleno de experiencias y placer.
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