Algo va a cambiar. No todo, tal vez casi todo, tal vez casi nada, pero al menos algo sí, o "algos".
Esta mañana recibí la noticia del cambio, de que un acontecimiento estaba a punto de suceder y que, sin dejarme si quiera a reaccionar, actuar y detener, ese acontecimiento hará que nada vuelva a ser como antes.
La vida que tenía construida se desmoronará para volver a resurgir de sus ruinas con otra forma, otro color y otro nombre. Y ya nunca más sentiré lo mismo, pero sentiré cosas que jamás sentí.
El cambio se va a realizar, no hay manera de evitarlo. No se trata de un cambio por propia voluntad, estoy obligada al cambio por decisión de terceras personas. Es lo que se llama daños colaterales.
Pero voy a cambiar la palabra daño por cambio: cambio colateral.
Aquí es cuando me percato de que no soy la única que decide qué camino tomar. Un camino nunca es perfecto, a veces no te percatas de las arenas movedizas y tienes que sacar todas tus fuerzas para salir de ahí sana y salva, a veces hay desviaciones, rejas de alambre que te hacen retroceder o cambiar de dirección, y otras veces los edificios son tan altos que no dejan ver más allá y tienes que tomar una nueva dirección a ciegas, sin saber dónde te llevará.
Al menos aun no me he encontrado con ninguna mina.